La hiper-digitalización que trae la IA, su desarrollo e implementación impositiva, no es inevitable, sino que ha sido elegida por aquellos que se sienten con el poder y disfrutan de la libertad para desarrollarla e imponerla; por eso, su uso no debería ser nunca una necesidad; por eso, nuestra adaptación a las condiciones que impone la digitalización, nunca debería ser una obligación. La IA, su desarrollo e implementación, es el proyecto cultural de Occidente, es una elección, pero cuando el producto de la libertad humana se convierte en la condición de posibilidad para el desarrollo de una vida, asistimos a la consagración de un régimen totalitario, de un régimen en el que una pequeña expresión de la realidad, en este caso, la tecnología, pretende convertirse en condición de posibilidad de toda realidad.
En este contexto el desarrollo jurídico de un DERECHO A LA DESCONEXIÓN en clave antropo-ecológica se vuelve fundamental.
En este contexto, replicar el discurso hegemónico tecno-céntrico que convierte la tecno-digitalización en un axioma del destino, se convierte en una elección existencial. Por eso debemos hacer del rechazo virtud, de la reivindicación de una vida alter-tecnológica un axioma de esperanza.