Contra el mantra del “buen uso”, contra la terrible idea de que algo como el teléfono inteligente es “una simple herramienta”, debemos decir “No”: el teléfono inteligente NO es una herramienta, y en todo caso, de serlo, sería una herramienta de control. La atribución de responsabilidades en lo que respecta al teléfono inteligente, y al mundo tecno-digital en general, depende enteramente de comprender en toda su envergadura esta verdad. Porque si consideramos que es una simple herramienta, entonces, definitivamente, como nos increpan a las familias desde las grandes tecnológicas y desde nuestros propios gobiernos, la tremenda responsabilidad de educar en un “uso adecuado” recaerá siempre sobre nosotras; pero si resultara que las pantallas, que el mundo tecno-digital, fuera en sí mismo un mundo diseñado exprofeso para cautivar la atención, para moldear las personalidades, para predecir y controlar los comportamientos de los individuos, entonces la responsabilidad del déficit de atención, de los trastornos de personalidad, y del socavamiento de las libertades, puede atribuirse directamente, y sin lugar a dudas, a las grandes tecnológicas y a los gobiernos que les permiten imponer sus proyectos con total libertad.

Para que las grandes tecnológicas dejen de saberlo todo sobre nosotros, y nosotros podamos comenzar a conocernos mejor, el Derecho a la Desconexión debe ser un Derecho Universal porque reivindica todo un universo nuevo en el que la tecnología deje de ser el centro en torno al cual se articule la vida. Este Derecho a la Desconexión debemos verlo como la respuesta directa a la obligación de responder a todos los requerimientos del mundo tecno-digital, es un derecho que, en pocas palabras, viene a decir que nos dejen en paz, que hay más, más maneras de vivir, de comunicarnos, de estar en el mundo, hay más maneras de ser que las dictadas por los algoritmos a través de las pantallas que nos rodean.

El Derecho a la Desconexión es una respuesta a la Obligación de estar siempre conectados, y por lo mismo supone el derecho a conectar con los otros y con nuestro entorno, implica el derecho a la conexión inmediata y no mediada por pantallas, datos, y algoritmos.

Este derecho debe comenzar en las aulas, por la salud, el bien estar y la libertad de los menores, pero debe alcanzar allá donde el mundo tecno-digital se erija como único modo de conectar.

Hay más, porque somos más los que queremos otro mundo.

¡Desconectemos para conectar!